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Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro:
Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.
ISBN: 978-9501203288
Editorial: Paidós Argentina
Este es un libro escrito en el contexto de la pandemia de Covid-19, momento que puso en jaque muchos de los cimientos de nuestra sociedad.
Mariana Maggio presenta una serie de interrogantes que la atravesaron en su rol de docente, muchos de los cuales no tienen una respuesta, y cabe ahí la importancia de abrir el debate para que todos podamos formar parte de la construcción de un mundo mejor.
Es indudable que hace años que muchas personas opinan que tenemos que reinventar las prácticas de la enseñanza. Asimismo, muchos docentes están de acuerdo en que el Covid-19 trajo consigo una serie de efectos devastadores que se sumaron a aquellos de una sociedad que ya era expulsiva.
Frente a la crisis, la reacción general, principalmente en el ámbito educativo, fue pensar que se trataba de buscar una salida de urgencia para un tiempo acotado.
El saber y las herramientas acumuladas en materia de tecnología educativa y educación a distancia se puso en juego parcialmente, pero en la mayor parte de los casos primó el apuro y cierta improvisación.
A pesar de que se debe reconocer el enorme esfuerzo de docentes y familias para sobrellevar la situación en relación con el dictado de clases, también es cierto que un año después, aunque ya se cuenta con la distribución de vacunas, la desorientación y el desconcierto persisten.
No es fácil de reconocer, pero la evidencia nos interpela como sociedad: los cambios pedagógicos toman tiempo y los cambios culturales no esperan.
La educación a distancia era y es una definición política e institucional a favor de la democratización del acceso a la educación y una alternativa para quienes, por diversas razones, no pueden asistir regularmente a clases presenciales. Pero dichas iniciativas no se crean de un día para otro.
Estas políticas requieren de un diseño cuidadoso, la participación de especialistas, la puesta a disposición de entornos tecnológicos sólidos y equipos docentes formados para sostener procesos pedagógicos que funcionen sin encuentros presenciales.
Es necesario que seamos capaces de reaccionar a tiempo para generar las transformaciones económicas, sociales, culturales y educativas que hagan falta para acercarnos a escenarios de mayor justicia social y educativa, que son los que le dan sentido al rol de la docencia.
El 20 de marzo del año 2020 se decretó el aislamiento social preventivo y obligatorio en Argentina y se cerraron los edificios de las instituciones educativas. La educación no podía seguir sucediendo en el marco de los edificios y había que inventar una nueva manera, desconocida para la mayor parte de la sociedad.
El daño de la economía, la pérdida del empleo, el aumento de la pobreza y la profundización de la violencia hacia las mujeres y la infancia en los hogares son algunas de las expresiones centrales de la pandemia en 2020. La educación también se sumó a este triste listado.
A medida que avanzaba el año, resultó cada vez más evidente que la vida de todas las personas que tienen hijos está organizada en torno de una escuela concebida como entorno físico.
Los horarios escolares ordenan las vidas familiares, principalmente de las madres, y sostienen además las condiciones para que puedan trabajar. Siempre lo supimos, pero nunca lo habíamos comprendido tan profundamente como el día en que las escuelas cerraron las puertas de sus edificios.
A pesar de todas las dificultades, la educación continuó. Las escuelas, los institutos y las universidades demostraron ser más que sus edificios físicos. La educación es un derecho expresado en un compromiso político y social que va más allá de las circunstancias.
De todos modos, tuvo que haber una pandemia para que advirtiéramos lo obvio: no hay educación justa en una sociedad digital si docentes y estudiantes no están incluidos tecnológicamente. Para educar en la contemporaneidad necesitamos estar digitalmente incluidos, y no todos lo estamos.
Debemos aceptar que vivimos en un mundo que ya no es lo que era. Las carpetas de planificación y los cuadernos ya no alcanzan. No alcanzaba tampoco antes de la pandemia, pero por diversas razones demoramos en reconocerlo.
Los sistemas educativos empezaron a funcionar aun con los principales actores en sus hogares. Las clases comenzaron y lo hicieron para la mayoría. Lo doloroso es justamente hablar de la minoría, que en números reales representa a millones de chicos, que no pudieron asistir a clases por no contar con las herramientas para hacerlo.
Ni la gran difusión que tienen los teléfonos celulares entre la sociedad alcanzó para sostener a esos niños en el sistema por la dificultad que representa continuar la vida educativa en hogares numerosos con un solo aparato a disposición, del que además dependen las actividades económicas de la familia.
En el trayecto aprendimos mucho más que a usar plataformas tecnológicas para enseñar y aprender: comprendimos el profundo sentido social que sigue teniendo la escuela como institución.
La inclusión plena de los ciudadanos en una sociedad de una complejidad casi indescifrable no puede ser la mera transmisión de la tradición y la reproducción de lo establecido. Ahora, después de todo esto, ¿alguien puede discutir que la educación necesita reinventarse?
La educación pudo sostener casi un ciclo lectivo de modo remoto, y cuando eso no fue posible se debió fundamentalmente a deudas de inclusión digital, no a incapacidades institucionales o docentes. De hecho, las y los docentes abrazaron las tecnologías cuando vieron que de eso dependía el derecho a la educación.
La idea de priorizar contenidos quedó legitimada por el contexto pandémico. Priorizar no tiene por qué significar enseñar menos, cuestión que preocupó a muchas personas, dado que en el año 2020 se dieron menos contenidos.
Es necesario poder ser críticos de lo que esa totalidad de contenidos representa, porque “todo” significa “nada” cuando lo que se aprende no se recuerda más allá de los exámenes.
Maggio decide quedarse con una definición política: acordemos cuál es el mínimo que debe aprender cada estudiante para terminar cada nivel educativo, cumplir el siguiente de modo satisfactorio y poder estar incluido plenamente en la sociedad.
La totalidad de contenidos que se consideraban hasta la actualidad no estaba garantizando ninguna de estas cosas. Además, se había convertido, especialmente a través de las evaluaciones, en un instrumento de expulsión.
Hay consecuencias muy serias en esta crisis y hay que revertirlas, pero lo primero que necesitamos es un análisis crítico y muy realista del modelo previo. En ese marco, propongo que abracemos la priorización y empecemos a diseñar enfoques nuevos.
La priorización no necesariamente requiere un extenso proceso de reforma educativa, sino que puede ser una reinterpretación de los acuerdos previos. Incluso, la pandemia evidenció que lo prioritario, desde una perspectiva curricular, en muchos casos ya estaba definido.
Frente a un cambio que se presenta inminente, para poder plantear una línea coherente de acción se necesita, ante todo, un encuadre. Un marco a partir del cual se puedan tomar decisiones y, también, volver a él para revisarlas.
Por supuesto, este marco puede ser algo provisorio que se puede ir discutiendo, ampliando, profundizando e incluso desechar cuando las circunstancias requieran que volvamos a empezar.
Aunque resulte evidente que es necesario un marco para pensar cómo educar en tiempos de pandemia, Maggio pretende ir más allá y plantea uno para reinventar la educación que parte de esta premisa: tenemos que poder generar propuestas que sucedan al mismo tiempo en el mundo físico y virtual.
La modalidad física sigue siendo una opción, pero ahora lo es entre otras que pueden resultar más inclusivas y también más ricas.
Aun cuando la experiencia física sea posible, la del mundo virtual tiene que ocurrir porque, caso contrario, se estarían recortando nuevos contenidos de la enseñanza que permitirían una enseñanza más compleja y enriquecedora.
Las razones que justifican la simultaneidad son culturales y están profundamente conectadas con la revolución mental que vivimos en todos los órdenes de la vida humana en las últimas décadas.
Es indiscutible que hoy en día vivimos en dos mundos a la vez y los conocimientos se construyen del mismo modo. ¿Por qué creer que podemos seguir enseñando solo en uno?
Maggio elabora una guía para poder seguir adelante aunque los planes fallen. Así como el marco propuesto da cuenta de lo que la autora apela a que suceda con las prácticas de la enseñanza a partir del presente, esta guía no remite solo a sobrevivir a la pandemia sino a la posibilidad de sostener la reinvención como horizonte de transformación:
1. Conversar hasta que hayamos teijdo un acuerdo: habrá que repensar el plano de las prácticas de la enseñanza, porque los criterios que sostenían el trabajo docente han perdido fuerza dado que la realidad actual es otra.
Para construir acuerdos es necesario reconocer las condiciones materiales en las que se ejercen las prácticas educativas y afinar el sentido de lo que es realmente posible para poder llevarlo a cabo efectivamente.
2. Encarar la docencia colectivamente: la salida fue colectiva y esto nos invita a repensar la docencia como una actividad que también lo es.
Lo colectivo remite a todos los aspectos de las prácticas de la enseñanza: la elaboración de programas, el desarrollo de materiales, la creación de propuestas y el ejercicio efectivo de la práctica de la enseñanza.
Es cierto que cuando las prácticas de enseñanza son objeto de construcción colectiva las negociaciones pueden ser arduas, ya que se ponen en juego las distintas visiones de mundo y concepciones acerca del conocimiento, pero también se verán enriquecidas por los matices entre las distintas voces.
3. Explicitar los criterios que entran en juego: todos tienen derecho a comprender el modo en que se va a trabajar, cómo se presentan las propuestas, el carácter de las participaciones presenciales y en línea, la obligatoriedad o no de las entregas que se pauten, entre otros aspectos que se alteraron recientemente.
Una nueva realidad implica nuevos criterios, y estos deben hacerse comprensibles y públicos.
4. Ofrecer alternativas: mientras insistimos en la necesidad de garantizar el acceso tecnológico para el conjunto de la docencia y el estudiantado, tenemos que generar propuestas didácticas que identifiquen las condiciones reales y construyan a partir de ellas.
5. Construir cercanía en la distancia social: frente a la distancia social impuesta por la pandemia, es necesario construir cercanía emocional para mejorar las prácticas de enseñanza.
Es importante que los docentes puedan encontrar o diseñar las herramientas para acercarse a sus estudiantes de modo que puedan escucharlos y conocer sus distintas circunstancias, así como ellos puedan reconocer todas las complejidades que como adultos está viviendo el docente en este contexto.
6. Comprometerse con la continuidad: debemos diseñar prácticas de enseñanza donde ninguna contingencia pueda volver a poner en peligro la continuidad de las clases. La continuidad pedagógica debe ser planificada en todos los escenarios posibles.
7. Volver a apasionarse: las prácticas de la enseñanza cobran relevancia cuando las entendemos como una construcción que apela a mejoras en la calidad de vida de la comunidad, por esto es importante dar sentido a los aprendizajes e ir más allá de la acumulación de fragmentos de contenidos.
Los docentes deben generar prácticas educativas que los apasionen y que renueven el compromiso político con la educación, y hacer emerger nuevos lazos de colaboración para transformarnos en colectivos solidarios que buscan vivir en un mundo cada vez mejor.
Este libro constituye una herramienta clave para informarse sobre algunas de las cuestiones que generaron mayor polémica y revuelo social en el contexto de la pandemia ocasionada por el Covid-19: la educación y la inclusión social.
En “La crianza rebelde”, de Ana Acosta Rodrígez, encontrarás nuevas reflexiones en torno a la pedagogía de los hijos y una guía para una crianza responsable.
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Es una escritora y educadora argentina. Realizó sus estudios en Ciencias de la Educación en la Universidad de Buenos Aires, donde también ejerce la docencia en la Maestría y Carrera de Especialización en Tecnolog... (Lea mas)
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